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Introducción
En los países industrializados hay salarios estancados, desempleo y reparto crecientemente desigual del ingreso y la riqueza, con retroceso de los estados benefactores. En muchas naciones en desarrollo, junto al congelamiento o lento avance de las remuneraciones salariales reales, se da una enorme desocupación estructural manifiesta en el trabajo informal que absorbe entre 30 y 60% de la mano de obra y que, por supuesto, acentúa las desigualdades distributivas. En las economías emergentes de nuevo cuño (China e India) y en algunas industrializadas (Alemania), las estrategias exportadoras contienen el consumo interno, aunque sean eficaces en sacar de la pobreza aldehyde dehydrogenase inhibitor segmentos importantes de los ciudadanos.
Sumadas todas esas circunstancias no es de extrañar la presencia de desequilibrios globales, siendo la principal la demanda insuficiente y, con ello, el persistente olvido de la pobreza y el desempleo que dejaron de ser los objetivos centrales de las políticas públicas. Se trata de fallas medulares en los paradigmas o modelos vigentes de crecimiento que conviene estudiar para encontrar respuestas a la prolongada crisis económica y al estrechamiento consiguiente de los sistemas democráticos. Veamos esta cuestión un poco más de cerca.
Las estrategias en boga
La estrategia exportadora
Otro conjunto de países han intentado con éxito dispar crecer complementando la demanda interna con exportaciones. Como el caso del paradigma del crédito, el paradigma gemelo del crecimiento hacia afuera, elude escabrosas cuestiones distributivas y también pierde relevancia ante la mudanza de circunstancias mundiales, sin ofrecer respuesta a nuevas y viejas críticas.
Del lado de la demanda, como observó hace tiempo Joan Robinson, el crecimiento exportador favorece prácticas internacionales desleales, como la subvaluación del tipo de cambio, que perjudican a los competidores de los países neomercantilistas, esto es, acentúan en ellos la insuficiencia de la demanda. De otro lado, exacerba más de la cuenta la concurrencia entre países que, junto a la alta movilidad de las empresas transnacionales para trasladar sus cadenas productivas, fácilmente desorganizan y hasta desindustrializan a muchas economías. Y al propio tiempo, esas prácticas competitivas, poco a perichondrium poco llevan a deteriorar los estándares de empleo, salarios, derechos laborales, ecología y reparto del ingreso, en desmedro de equilibrios políticos esenciales.
Vista la misma cuestión del lado de la oferta, como lo señalaran Prebisch y Singer, la división internacional del trabajo suele mover los términos del intercambio en contra de las economías relativamente rezagadas, especializadas en ofrecer productos poco elaborados y de bajo valor agregado. Ahora, con la globalización, ese fenómeno abarca por igual el comercio de materias primas, tanto como el de amplios renglones de las manufacturas y de algunos servicios. A mayor abundamiento, la competencia desatada por mercados e inversiones entre las zonas en desarrollo, resulta distorsionada por el enorme tamaño y los bajos salarios del mercado chino que bloquean la producción de exportación a muchos otros países y concentra en su beneficio la inversión internacional. Así surgen tendencias que replican las desigualdades históricas de beneficios y crecimiento entre naciones del Norte y del Sur, con nuevas disparidades entre los países en desarrollo, de las que no escapan algunos industrializados, raíces todas de los desajustes que desembocaron en la Gran Recesión de 2008.
Desde otro punto de vista, se ha hecho notar que los supuestos del modelo de crecimiento hacia afuera –con su complemento obligado, la supresión del intervencionismo estatal–, contraría las experiencias históricas del desarrollo. En efecto, desde Alemania y Estados Unidos, ningún país se ha industrializado, ni hecho exportador de manufacturas de alto valor agregado o alta tecnología, prescindiendo de la política industrial y de acciones macroeconómicas y microeconómicas de apoyo. A título ilustrativo, China –como antes Japón, Corea, Taiwán– en contraposición a los dictados del Consenso de Washington, mantiene o mantuvo hasta ganar competitividad, políticas industriales, aranceles discriminatorios, subsidios, controles de cambio, plantas y complejos industriales protegidos, arreglos especiales de transferencia de tecnología, entre otras medidas de fomento intervencionista al desarrollo productivo nacional.