Archives

  • 2018-07
  • 2018-10
  • 2018-11
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • 2024-04
  • 2024-05
  • 2024-06
  • 2024-07
  • 2024-08
  • 2024-09
  • 2024-10
  • Por otro lado frente al reto de desdibujar desde

    2018-10-29

    Por otro lado, frente al reto de desdibujar desde la geografía de los sentidos las duplas cognición y sensación, Rodaway (1994) insiste en que la percepción puede entenderse como un proceso que implica sentir y recordar, reconocer y asociar. Es por ello que considerar el mutuo condicionamiento de ambas dimensiones —a saber, percepción y sensación— supone asumir que la percepción siempre está mediada, ya que involucra tanto el cuerpo y la mente como la cultura y el ambiente. Por su parte, también Crossley (1995, p. 45) ha señalado que la percepción implica tanto sensaciones como significados: no es solo una reacción física ante los estímulos del mundo, sino una “experiencia significativa” (meaningful experience), ya que se le atribuyen significados en el momento de percibir, tal y como lo muestra la investigación sobre el autodescubrimiento del clítoris ya señalada (Vannini et al., 2012). Otro de los retos consiste en señalar cómo si bien la percepción supone una mediación de significados, no pueden soslayarse las relaciones de poder implicadas. Autores como Howes y Classen (2014, pp. 9-10) cuestionan amount of la fenomenología de la percepción, pues consideran que esta deja de lado el hecho de que no todas las culturas perciben de la misma manera, y ello tiene implicaciones políticas. Para Howes, las clasificaciones de los sentidos están atravesadas por diferencias y en ocasiones por asimetrías, ya sea entre géneros, clases o etnias (Howes, 2014; Howes y Classen, 2014; Classen, 1997). De modo que otro de los supuestos compartidos en los estudios sensoriales es que el ámbito perceptual es “cultural y político” (, p. 5; Howes, 2014; Howes y Classen, 2014, pp. 5-6). Howes señala que no solo la enumeración de los sentidos, sino también su jerarquía involucra una “política de la percepción” ya que “cada orden de los sentidos es al mismo tiempo un orden social” (Howes, 2014, p. 18). Hasta aquí podemos decir que la sociología de los sentidos y el viraje a una sociología de la percepción se inscriben en un contexto general de los estudios sensoriales en que se comparten algunos supuestos: 1) la posibilidad del estudio del cuerpo no solo como representación u objeto que puede moldearse, sino también como cuerpo perceptivo; 2) la comprensión de la percepción como algo “multisensual” (Rodaway, 1994) que no está fragmentado en “cinco sentidos” corporales, sino que se comprende en un sentido extenso; 3) la percepción es tanto sensorial como cognitiva, pues en última instancia se trata de una “experiencia significativa” (Crossley, 1995, p. 45) y por ello es siempre social; 4) aunque la percepción implica sentido, también es necesario señalar su carácter diferenciado y en ocasiones asimétrico; por ello se ha insistido en que la percepción también está culturalmente diferenciada y es “política” (, p. 5; Howes, 2014; Howes y Classen, 2014, pp. 5-6) en la medida en que las diferencias se conviertan en jerarquías, y 5) por último, la percepción es afectiva: percibimos desde una posición afectiva (affective position) (Crossley, 2011), y lo que percibimos despierta ciertos estados afectivos: “Percibimos a intracellular digestion través de una lente teñida afectivamente: con cariño, miedo, odio o lo que sea”’ (Crossley, 2011). Al mismo tiempo, como señala Simmel (2014), lo que se percibe, hace sentir. Los alcances de los aspectos previamente enumerados para el estudio sociológico de la relación entre percepción y cuerpos genéricamente diferenciados son diversos (Vannini et al., 2012, pp. 31-33). En particular, me interesa destacar el trabajo de Asia Friedman, quien, a pesar de no provenir de la “sociología de los sentidos” sino de la “sociología cognitiva”, plantea interesantes puntos de convergencia con la primera y otorga un fructífero marco de análisis para la fundamentación de una sociología de la percepción y su atención a la construcción social de la diferencia genérica (Friedman, 2011, pp. 187-206). En particular, Friedman señala cómo el estudio sociológico de la percepción visual puede entenderse como un proceso de “filtración socio-mental” (socio-mental filtration) que atañe a cómo al percibir llevamos a cabo una “atención selectiva” (selective attention) de los cuerpos diferenciados genéricamente (Friedman, 2011, pp. 187-206).