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    2019-05-10

    Mención aparte merecen dos rasgos en la construcción de este personaje y de su entorno: en primer lugar, sufre de una úlcera en el duodeno que lo hace beber hiv protease inhibitors leche en múltiples momentos o mitigar el dolor masticando antiácidos Pepsamar. Mattos se está consumiendo por dentro, en una metáfora que utiliza el narrador para imprimir en el lector la forma en que se consume el país desde sus propios cimientos, pero también para recordar que la muerte del propio Mattos es producto de la traición de hiv protease inhibitors Rosalvo, el único policía en quien Mattos parece confiar. Beber leche y masticar Pepsamar no resultan suficientes para mitigar el dolor de un destino ineludible. El mismo sentido cobra la mancha de humedad que crece en el departamento del comisario; tanto la úlcera como la mancha son anunciamientos de su muerte. Sobre lo anterior, Barros Medeiros concluye: De esta forma, al tiempo que se entrelazan los destinos del comisario Mattos y de Getúlio Vargas en su propia caída hacia el final de la novela, creemos que en realidad el relato histórico tiene su punto de partida en el policíaco: ambos se encuentran en la búsqueda de la historia —otros dirían, de la verdad—. Éste es un ejercicio de la novela latinoamericana para llenar las lagunas que deja el discurso en el poder. La novela histórica contemporánea exige la consideración sobre las posibilidades de las historias alternativas que provienen de la literatura. María Cristina Pons encuentra esta idea bien plasmada en un fragmento de La novela de Perón (1985) en la que el Perón de la novela dice: “A mi abuela Dominga [las moscas] le impresionaban mucho. Juan, me decía: ¿qué ve una mosca? ¿Ve cuatro mil verdades, o una verdad partida en cuatro mil pedazos?”. Después la autora concluye: Un recurso semejante al empleado por Eloy Martínez lo podemos encontrar en Agosto. Una vez que los implicados en el asesinato del edificio Deauville reconocen que Mattos se les acerca peligrosamente, deciden eliminar el único punto frágil de su coartada: el portero (Raimundo) del edificio, de quien estaban seguros que Mattos encontraría las respuestas que buscaba. Convenciendo al verdadero asesino (Chicão) sobre la pertinencia de eliminar al portero, éste accede y se presenta en el edificio y lo secuestra. Posteriormente, lleva el cadáver en la cajuela con rumbo desconocido; recordándonos los recursos narrativos empleados en “El cobrador”, Chicão le corta uno a uno los dedos con sumo cuidado de no perder ninguno en la floresta, para después cortarle la cabeza con dificultad. El cuerpo, previa identificación de señas particulares, terminará en el lecho del río, hundiéndose, a la espera de poder salir a flote en un buen tiempo, con la cabeza amarrada con pesas a una maleta para que el pobre portero nunca fuera identificado. Raquel Mosqueda hace notar que los asesinatos en la obra de Fonseca adquieren un sentido sacrificial, e incluso ritual, al invertir los papeles de las relaciones de poder comúnmente aceptadas por la sociedad. De esta inversión se desprende que los criminales dominen a sus víctimas, en algunos casos de clases superiores, como una forma de autoafirmación. Por lo mismo, podemos concluir que en muchas ocasiones el asesinato, la eliminación, la tortura, la vejación o la violación del otro, en la obra de Fonseca adquiere un sentido metafórico: lo que Ricardo Piglia denomina, en el epílogo de Plata quemada, como “el gesto metafórico” —en clara alusión a Brecht— que contienen “los relatos sociales cuyo tema es la violencia ilegal”. Si consideramos lo anterior, y además que en los relatos policiales “the corpses, too, are DNA polymerase always already textual. They have been edited by assasination”, en Agosto, el gesto metafórico se introduce cuando, después de asesinar a Raimundo, Chicão, ya en la ciudad, mata el tiempo y mira una manifestación en favor de Lacerda y se divierte: