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  • As en m s de un sentido

    2019-05-17

    Así, en más de un sentido, las crónicas de Indias pueden ser pensadas como textos en los que el yo comienza stavudine mostrar, de manera incipiente, la crisis de este momento de clivaje en la historia, momento de pasaje del mundo medieval al mundo moderno, estrechamente atravesado por la experiencia de la conquista del Nuevo Mundo. En esa línea, la Historia verdadera pone en escena una primera persona entregada a la experiencia de la escritura, donde el detalle y la extensión también se relacionan con la dimensión del placer, la comprensión a través del relato y el recuerdo. Esta primera persona omnipresente actualiza el trabajo de una autodefinición desplazada: la remembranza, las circunstancias de enunciación, el orden mismo del relato imponen una reflexión, más o menos explícita, en torno de la configuración del yo.
    Otro de los elementos que ha justificado la calificación de la Historia verdadera como “realista” es el uso extendido y peculiar que hace del detalle menor, anecdótico, superfluo. La profusión de estos elementos es tal que conforma el tono mismo de la Historia verdadera, su sabor, su potencia narrativa… desde la perspectiva de la crítica contemporánea. En efecto, para la escritura de la historia docta, de la época, el detalle (o “minucia”, como se la llamaba entonces) constituía un error, algo que sobraba en el texto y que debía ser recortado en función de cierto decoro, de raíz renacentista, y del “orden y concierto” (locución habitual en las crónicas e historias de la época) con que toda historia debía presentar su trama. Por ejemplo, afirma el historiador Francisco López de Gómara en el prólogo a su Historia de la conquista de México “El romance que lleva es llano y cual agora usan, la orden concertada e igual, los capítulos cortos por ahorrar palabras, las sentencias claras aunque breves. He trabajado por decir las cosas como pasan”. Frente a la relación de asimétrico (y astuto) vasallaje que las Cartas de relación establecen, o ante la insistencia en la primera persona y en la experiencia como autorización de la escritura en la Historia verdadera, la Historia de la conquista de México se adscribe al orden, la brevedad, la concisión. No basta con narrar la novedad o la supuesta extrañeza del referente: el principio que rige las historias gomarianas establece que la verdad histórica es accesible en virtud de una determinada forma, en ajuste a ciertas reglas retórico-argumentativas. Si “toda historia deleita”, el énfasis en la forma reclama un lugar especial para la Historia de la conquista de México, anclando tanto en su tema como en su tratamiento (o mejor dicho, en la articulación entre ambos), el lugar central que debería corresponderle entre las historias de las Indias. En cambio, para el “autor” Bernal Díaz, el detalle concreto es el soporte mismo de la verdad de su texto, entendida ésta como representación de lo real pero también como verosimilitud en términos de lógica genérica y relación intertextual. Si con la tópica del relato de viaje a Excision-repair mano, ante escenas representadas como maravillosas o intransferibles Bernal Díaz acude al Amadís, buena parte del tiempo apela a la memoria del detalle como sostén del “haber estado allí” y como valor agregado de su crónica, enfrentada a las historias de quienes nunca viajaron al Nuevo Mundo. Entonces, el detalle se convierte en parte esencial de la polémica con otros autores, subraya lo elidido u olvidado: conforma, en su hiperbólica acumulación, la justificación de la Historia verdadera en tanto memoria. Por otro lado, es preciso atender al detalle en tanto “efecto de realidad”, hay que tener en cuenta que, para el siglo xvi, ni todo detalle es superfluo, “lujo” o “escándalo”, ni toda “notación insignificante” significa lo real. En cambio, es posible compartir la tesis de que, si en la estructura general del relato todo significa, el detalle aparentemente superfluo tiene una clara función: denotar lo real, en términos de lo que se propone el discurso histórico; significar lo real, en términos del discurso literario, aunque las diferencias entre ambos sean cuestionables o difusas. De hecho, Barthes diferencia el detalle superfluo del detalle concreto, asignándoles distintas funciones en el discurso histórico o literario, y en relación con la descripción o con la narración. La Historia verdadera, a caballo entre ambas formas discursivas y acudiendo tanto a la descripción como a la narración (entre los tópicos, figuras y motivos del discurso bélico y el relato de viaje), utiliza el detalle para responder a cierta exigencia referencial que sostiene la verdad, la legitimidad y, por tanto, la potencia performativa, otra de las inflexiones del discurso histórico en su articulación entre enunciado y enuncia-ción. Por otro lado, el detalle entendido en términos de denotación de la experiencia conforma el sustrato del testimonio y constituye un bien diferencial, piedra de toque de la expansión del discurso histórico que se propone la Historia verdadera. Si no es posible hablar de una conciencia de “ilusión referen-cial” en estas crónicas (ilusión, por otra parte, articulada específicamente con los usos de la descripción en la novela realista decimonónica, que el propio Bar-thes diferencia de la descripción en la Edad Media), sí puede hablarse de un efecto de lectura que, stavudine al mirar la Historia verdadera en su inflexión literaria, recupera su potencia testimonial en virtud de la significación de lo real que el detalle prosaico configura.